Día 7 en Camerún. Esto va avanzando. Amanecimos de nuevo en la fresca mañana de este país. Lo que parecía que iba a ser de nuevo el mítico desayuno de tostadas con un intento local de Nutella, se vio buenamente interrumpido por la llegada de los que parecen ser nuestros últimos integrantes, entre ellos Don Juan Martín, nuestro sacerdote desde hoy.
Después del recibimiento, buena parte de nosotros decidimos asistir a lo que fue nuestra primera Misa en este país en nuestro preciado castellano. No digo que el francés sea aburrido, que también, pero el tono de Don Juan ya se echaba de menos. Otro grupo se quedaba en casa porque no solo han llegado más españoles con nosotros, sino también un virus muy amable que ha dejado a algunos de los nuestros en la cama y, sobre todo, en el cuarto de baño.
Los que aún podíamos caminar nos dirigimos en las pick-ups hacia el trabajo. Aquellos que no estábamos malos por el virus ahora sí que lo estamos por los tremendos viajes que hace Leonard en su vehículo.
Ya allí nos dividíamos en dos: los que hemos aprendido a construir ladrillos como castillos de arena y los que prefieren el pico y pala y que están haciendo un gran trabajo, he de decir.
Tras el parón del gran bocata de atún, algunos se dirigieron a seguir conociendo las familias del pueblo.
Habiendo terminado la jornada, los que ya estábamos recogiendo para volver, nos vimos interrumpidos por el tremendo diluvio torrencial que Camerún nos tenía preparados para que no pudiéramos ir a ducharnos.
Continúa abierto el torneo de mus y la gran peluquería que Pablo Guzmán ha montado. Unos empeoran su peinado y otros lo mejoran drásticamente: especialmente gracias a Fernando Finat que ha decidido poner fin a su peinado.
Después de cenar una rica pasta que nos han preparado (no sé quién ha podido ser porque la mitad de nuestros cocineros ya han caído) y tras finalizar la pequeña charla con Don Alberto, nos acostamos deseando que en el partido de mañana podamos demostrarle a nuestros rivales que no somos tan malos jugando a fútbol.
Rafael Escobar
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Día 7 en Camerún. Esto va avanzando. Amanecimos de nuevo en la fresca mañana de este país. Lo que parecía que iba a ser de nuevo el mítico desayuno de tostadas con un intento local de Nutella, se vio buenamente interrumpido por la llegada de los que parecen ser nuestros últimos integrantes, entre ellos Don Juan Martín, nuestro sacerdote desde hoy.
Después del recibimiento, buena parte de nosotros decidimos asistir a lo que fue nuestra primera Misa en este país en nuestro preciado castellano. No digo que el francés sea aburrido, que también, pero el tono de Don Juan ya se echaba de menos. Otro grupo se quedaba en casa porque no solo han llegado más españoles con nosotros, sino también un virus muy amable que ha dejado a algunos de los nuestros en la cama y, sobre todo, en el cuarto de baño.
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