sudafrica_retamar_15

Crónica 15 desde Sudáfrica: «Dios bendiga el Gospel»

  • 26/06/2022

Hoy, domingo, nos ha tocado excursión. Antes del bucólico paseo a las orillas del río, se ha vivido uno de los eventos más destacados del campo de trabajo.

Después de haber pintado el interior de la iglesia del Township, hemos podido asistir a la misa allí. No ha sido una celebración cualquiera, ha sido una misa trilingüe (español, inglés y xhosa) conforme a los ritos locales.

Frente a nuestro silencio, música; contra el recogimiento, alegría. Ellos bailan, cantan, se muestran sin tapujos y viven su espiritualidad de una manera única. El gospel te acoge, te acuna, te envuelve y te transporta a una dimensión muy lejana. Ellos lo llevan tan dentro como su propia alma y lo reflejan con la transparencia de quien tiene algo muy grande que enseñar. El sentido del ritmo más que una cualidad es una propiedad de la gente de aquí, y lo trasladan a todo lo que tienen o hacen: su lenguaje, su forma de trabajar e, incluso, su forma de andar. Si no existiese el gospel, alguien tendría que inventarlo.

Desde el punto de vista occidental choca completamente esa percepción del culto. La adoración y el rezo individual son sustituidos por una comunidad dinámica y tremendamente acogedora.

Esto no hace otra cosa que darle más importancia a esa gran verdad universal que es capaz de calar en gente con raíces tan dispares.

Como en “Mad Max”, acudimos apelotonados en pick-ups a una casa de las afueras para disfrutar de una barbacoa y un posterior paseo.

Fuimos por un antiguo puente de ferrocarril en el que un paso en falso te haría caer al abismo. Los que teníamos más vértigo pensábamos que nunca llegaríamos al otro lado.

La vuelta ha sido uno de esos viajes que se quedan en la retina: la inmensidad del paisaje sudafricano con la luz moribunda del atardecer coloreando unas casuchas de chapa que hace tiempo perdieron el brillo.

Mañana, a rematar lo que empezamos.

Rafa Gutiérrez de Cabiedes

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Crónica 15 desde Sudáfrica: «Dios bendiga el Gospel»

  • 26/06/2022

Hoy, domingo, nos ha tocado excursión. Antes del bucólico paseo a las orillas del río, se ha vivido uno de los eventos más destacados del campo de trabajo.

Después de haber pintado el interior de la iglesia del Township, hemos podido asistir a la misa allí. No ha sido una celebración cualquiera, ha sido una misa trilingüe (español, inglés y xhosa) conforme a los ritos locales.

Frente a nuestro silencio, música; contra el recogimiento, alegría. Ellos bailan, cantan, se muestran sin tapujos y viven su espiritualidad de una manera única. El gospel te acoge, te acuna, te envuelve y te transporta a una dimensión muy lejana. Ellos lo llevan tan dentro como su propia alma y lo reflejan con la transparencia de quien tiene algo muy grande que enseñar. El sentido del ritmo más que una cualidad es una propiedad de la gente de aquí, y lo trasladan a todo lo que tienen o hacen: su lenguaje, su forma de trabajar e, incluso, su forma de andar. Si no existiese el gospel, alguien tendría que inventarlo.

Desde el punto de vista occidental choca completamente esa percepción del culto. La adoración y el rezo individual son sustituidos por una comunidad dinámica y tremendamente acogedora.

Esto no hace otra cosa que darle más importancia a esa gran verdad universal que es capaz de calar en gente con raíces tan dispares.

Como en “Mad Max”, acudimos apelotonados en pick-ups a una casa de las afueras para disfrutar de una barbacoa y un posterior paseo.

Fuimos por un antiguo puente de ferrocarril en el que un paso en falso te haría caer al abismo. Los que teníamos más vértigo pensábamos que nunca llegaríamos al otro lado.

La vuelta ha sido uno de esos viajes que se quedan en la retina: la inmensidad del paisaje sudafricano con la luz moribunda del atardecer coloreando unas casuchas de chapa que hace tiempo perdieron el brillo.

Mañana, a rematar lo que empezamos.

Rafa Gutiérrez de Cabiedes