Por la mañana, hacía frío. No queríamos despertar, de verdad que no. Ni siquiera el humeante, delicioso, exótico y extraordinario desayuno nos motivaba. Es lo que hay, para eso hemos venido, ¿No?, al mal tiempo, buena cara, como dicen aquí; bueno, no sabemos si lo dicen, no entendemos nada, pero aquí todos sonríen.
Más tarde en la iglesia, veíamos como el día se abría y el sol salía, y también veíamos a Don Enrique, que estos días ya recuperó la luz y venció la enfermedad. Él también nos ilumina el camino aquí. Volvimos a celebrar la Misa por la mañana.
Estábamos realmente ilusionados cuando íbamos a trabajar, mucho, debe ser porque hoy la jornada era más corta jeje. Ahí continuamos la construcción del tejado de madera, que está quedando precioso, da gusto verlo. La cocina seguía siendo una odisea, una tubería se rompió, todo se inundó y Magnus, el jefe de la misma, no respondía, seguía tranquilo diciendo que no hay problemas, sino soluciones, a veces es frustrante, pero tiene su encanto.
En el camino de vuelta vimos animales exóticos como ovejas, vacas, perros… Por el camino la mayoría paramos a comprar vaselina para los labios.
A la hora de la cena tuvimos suerte, bebimos refrescos de colorines, y luego bailamos danzas tradicionales de la zona como “la Danza Kuduro”, la música continuó con las canciones de Quevedo, (los mayores no entenderán).
Ahora después de cenar celebraremos un cumpleaños con algún que otro brebaje (los mayores sí entenderán).
Ramón Pérez Santos
Por la mañana, hacía frío. No queríamos despertar, de verdad que no. Ni siquiera el humeante, delicioso, exótico y extraordinario desayuno nos motivaba. Es lo que hay, para eso hemos venido, ¿No?, al mal tiempo, buena cara, como dicen aquí; bueno, no sabemos si lo dicen, no entendemos nada, pero aquí todos sonríen.
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