ENLACE AL ÁLBUM DE FOTOS Y VÍDEOS DEL CAMPO DE TRABAJO
Tras despertarnos un poco más tarde de lo normal -gracias al apagón, que a veces juega a favor-, hemos disfrutado de un gratificante desayuno de huevos, salchichas y tostadas de mantequilla de cacahuete. Ha sido un día corriente en Barkly East, aunque lleno de trabajo y nuevos proyectos.
Después de que ayer tuviéramos que tirar la columna de Father Kike, hoy hemos construido otras dos; labor que nunca pensábamos que hubiéramos podido realizar en un solo día. Y esta vez no hemos tenido que derribarlas…
La cocina del orfanato continua en obras bajo el liderazgo del imponente Magnus, un holandés de 120 kilos con un humor que nunca llegaremos a comprender del todo y cuyas órdenes no siempre siguen la lógica. El tejado sigue lleno de gente descalza trabajando, y los exteriores se han llenado del sonido de las lijas, dándole una segunda vida a los antiguos muebles.
Llevo una semana recorriendo y pintando las casas del Township, pero nunca antes había visto nada como lo de hoy. Hemos podido conocer de primera mano la realidad que se vive en esa zona de Barkly East. He salido pensando lo aburrido que iba a ser el tour porque pensaba que ya conocía aquello, pero estaba muy equivocado.
Llevamos casi una semana trabajando enfrente de una zona de chabolas con alambre de espino y nunca nos habíamos parado a pensar qué era eso. Pero antes de empezar el tour he tenido esa oportunidad. La verdad es que es una zona de cuarentena para todas aquellas personas enfermas que nadie quiere tratar ni llevar al hospital. Es decir, personas que nadie las quiere considerar como tal. Tras este golpe emocional empieza el tour.
Las viviendas, si así se pueden llamar, estaban al lado de una colina llena de excrementos a la que la gente comúnmente recurre para sus necesidades. Toda nuestra vida hemos pensado que la gente allí es feliz con cualquier cosa, pero eso es mentira. Es cierto que tienen una manera de estar admirable ante la miseria en la que viven, pero les falta lo más importante: el cariño. No es por echarnos mérito, pero cuando les sonreíamos y les tratábamos como personas sus caras cambiaban a un estado en el que podría afirmar que jamás han vivido.
Una experiencia impactante ha sido al entrar a visitar una de las chabolas: cuando hemos preguntado si nos podían enseñar lo que comen, nos ha dicho la madre que no había nada de comer. La sensación de absoluta pobreza se presentaba con los perros muertos y los niños hurgando en la basura, comiendo cualquier cosa y jugando con cuerdas y latas oxidadas.
A la vuelta, la mayoría nos hemos dirigido a la adoración eucarística que hemos decidido tener diariamente antes de la cena. Después hemos podido contemplar el precioso atardecer del sur del mundo.
En otro orden de cosas, Gonzalo Ximénez se ha visto con fuerzas para volver a las filas y darnos una alegría a todos mostrándose capaz de hacer vida normal.
Por último, D. Enrique nos ha animado a aprendernos una canción típica de aquí (Shosholoza) para dar la bienvenida mañana a los huérfanos que vuelven al orfanato tras unos días de campamento en la granja. Mañana veremos si podemos cantarla con tanta fuerza como lo hemos hecho hoy durante la tertulia.
Guillermo de la Piñera, Jaime Huerta, Gonzalo Iniesta y Juan del Castillo.
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Tras despertarnos un poco más tarde de lo normal -gracias al apagón, que a veces juega a favor-, hemos disfrutado de un gratificante desayuno de huevos, salchichas y tostadas de mantequilla de cacahuete. Ha sido un día corriente en Barkly East, aunque lleno de trabajo y nuevos proyectos.
Después de que ayer tuviéramos que tirar la columna de Father Kike, hoy hemos construido otras dos; labor que nunca pensábamos que hubiéramos podido realizar en un solo día. Y esta vez no hemos tenido que derribarlas…
La cocina del orfanato continua en obras bajo el liderazgo del imponente Magnus, un holandés de 120 kilos con un humor que nunca llegaremos a comprender del todo y cuyas órdenes no siempre siguen la lógica. El tejado sigue lleno de gente descalza trabajando, y los exteriores se han llenado del sonido de las lijas, dándole una segunda vida a los antiguos muebles.
Llevo una semana recorriendo y pintando las casas del Township, pero nunca antes había visto nada como lo de hoy. Hemos podido conocer de primera mano la realidad que se vive en esa zona de Barkly East. He salido pensando lo aburrido que iba a ser el tour porque pensaba que ya conocía aquello, pero estaba muy equivocado.
Llevamos casi una semana trabajando enfrente de una zona de chabolas con alambre de espino y nunca nos habíamos parado a pensar qué era eso. Pero antes de empezar el tour he tenido esa oportunidad. La verdad es que es una zona de cuarentena para todas aquellas personas enfermas que nadie quiere tratar ni llevar al hospital. Es decir, personas que nadie las quiere considerar como tal. Tras este golpe emocional empieza el tour.
Las viviendas, si así se pueden llamar, estaban al lado de una colina llena de excrementos a la que la gente comúnmente recurre para sus necesidades. Toda nuestra vida hemos pensado que la gente allí es feliz con cualquier cosa, pero eso es mentira. Es cierto que tienen una manera de estar admirable ante la miseria en la que viven, pero les falta lo más importante: el cariño. No es por echarnos mérito, pero cuando les sonreíamos y les tratábamos como personas sus caras cambiaban a un estado en el que podría afirmar que jamás han vivido.
Una experiencia impactante ha sido al entrar a visitar una de las chabolas: cuando hemos preguntado si nos podían enseñar lo que comen, nos ha dicho la madre que no había nada de comer. La sensación de absoluta pobreza se presentaba con los perros muertos y los niños hurgando en la basura, comiendo cualquier cosa y jugando con cuerdas y latas oxidadas.
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